Materialismo dionisíaco II / Peter Sloterdijk



A pesar de su trasfondo burgués y humanístico-científico, Nietzsche ha puesto en duda al sujeto moderno en su disertación sobre El nacimiento de la tragedia. De lo nouménico, a la sazón equiparado con la “voluntad” schopenhaueriana, y lo animal destacan forzosamente magnitudes impersonales en la forma subjetiva establecida de la personalidad. El sujeto es descentrado gradualmente entre fuerzas antagónicas e instintos opuestos de arte, apariencia –lo apolíneo– y naturaleza –lo dionisíaco–. Si bien Kant intenta domar la metafísica, con él el sujeto constituye una unidad metafísica y excesivamente apolínea, esto es así porque la tendencia corporal es olvidada. En cambio, lo que Sloterdijk lee como un materialismo dionisíaco es un volver a preguntar por el cuerpo en el origen de la subjetividad. No obstante advierte Sloterdijk con razón, que aún no está claro si con ese preguntar el discurso hace una revalorización o una desvalorización del sujeto. Sería absolutamente posible, que la pérdida de la autonomía metafísica solamente posibilitara otra forma de la subjetividad “más allá del Yo y de la voluntad”. Por la pérdida de la apariencia apolínea, el sujeto recobra el encuentro con su cuerpo y su conciencia extática. “Mientras que el sujeto centrado es el efecto de una gramática que acosa a muerte a la conciencia viva entre el Tú debes y el Yo-quiero, el sujeto descentrado tal vez sería el primero con derecho a decir de sí: Yo soy.” (PE, 165) La ya antes llamada “sublevación del cuerpo” significa una transición de la autonomía de un humanismo idealista a una “autonomía dionisíaca”, que de ninguna manera se asemeja a la autonomía tal y como ésta fue postulada por Kant.

Tampoco en la obra más tardía de Nietzsche hay lugar para el sujeto kantiano. El primer elemento en la expresión “voluntad de poder” debe ser comprendido como un producto heterónomo del sentir y del pensar, como una afección que ordena. Nietzsche no se trata de una transvaloración del concepto de voluntad kantiano en la forma de un determinismo de la voluntad, sino de su debilitamiento (de ese concepto kantiano). En Kant la voluntad es una indicación para la autonomía; para Nietzsche la voluntad nunca forma una unidad, sino que es una facultad siempre marcada por la heteronomía. Afectividad y subjetividad juegan en Nietzsche, en el juego doble de elementos fisiológicos y psicológico-morales, un papel respectivamente alternante. De ahí la suposición de Foucault, el cuerpo sería “la superficie donde se inscriben los acontecimientos”. En el cuerpo se resuelve el Yo que habría preludiado gustosamente una unidad substancial. Sólo como palabra se muestra la voluntad como una unidad. El cuerpo, el escenario de la disputa de la voluntad de poder, se muestra como el lugar de su procedencia, él entraña diversos espíritus y voluntades.

El materialismo dionisíaco de Nietzsche ha ejercido una gran influencia en la crítica del sujeto de Sloterdijk, especialmente mediante la transformación de un centro de voluntad jurídico-moral en un fenómeno cibernético y medial. Ya en su obra temprana es Nietzsche usado como palanca para abrir la estricta división kantiana entre el interior y el exterior. Pero la esfera no es ningún mundo interior que se contrapone a un mundo exterior, sino un mundo medio o de en medio virtual y permeable, para el cual tanto el interior como el exterior sólo son situaciones regionales. La esfera forma un espacio descentrado propio que ontológicamente anticipa1 a su participante (hombre, cosa). El ‘constructivismo’ moral subjetivo de la Ilustración ingenua de derechas contrasta con la ‘efímera subjetividad’ medial de Sloterdijk. Una dominación universal kantiana de la razón, al cabo la meta de cada Ilustración, se asemeja más bien a la histeria, a un impotente auto apareamiento de la ilusión apolínea. [Cfr. PE. 166] En cambio, Sloterdijk ve en la obra de Nietzsche ‘los comienzos de un retorno a los fundamentos corporales de la justicia’ [PE. 168]. El residuo metafísico en el sujeto ilustrado es de naturaleza idealista, radica en la separación entre espíritu y cuerpo. El sujeto materialista-medial consiste en la conexión de ambos mundos, esto posibilita la transmisión de afectos heterogéneos. El concepto de la libertad adquiere así un sentido completamente distinto. A continuación volveremos sobre lo que eso significa.




Fuente
Peter Sloterdijk. Ein Profil / Sjoerd van Tuinen. Paderborn [Alemania]: Wilhel Fink, 2006.

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